lunes, 9 de enero de 2017

La Capucha y Yo

     
     Un día nublado y una caminata fría. La capucha, yo y el viento. Zapatillas que por fin no mojan mis pies, pero una humedad que acerca el frío a mi piel. La transpiración que produce el aliento de un mal momento. Las palabras que digo son mejor que lo que siento, y aún mejor que lo que puedo mostrar.   

    ¿Cómo hago para hacer como si nada pasa? ¿Cómo hago para confiar en una Argentina que no le queda nada? Con un Presidente en la cabeza que no hace más que producir individuos desiguales y egoístas. “Una máquina de pobres” dice mi vieja que se llamaba el programa de TV que ayer pasaban. Se desvanecen los sueños y los deseos. ¿Cómo hago para creer que puedo? ¿Cómo seguir?. Me sentiría mal si soy una exiliada por motus propio, pero… ¿Tiene sentido quedarse en un lugar que te destierra? ¿Qué te pincha el globo y que tiene de muñeco un presidente que siquiera él tiene el mando? ¿Qué tan solo es la cara visible de un capitalismo que no deja de distanciar las ya diferencias sociales?

   ¿Qué mejor manera de representar la censura que tener un edificio cultural encerrado? Qué me queda a mí entonces que luchar, que irme, que caminar bajo la lluvia como si nada pasara. El frio invernal que se acerca y los aumentos de gas; y mi sudor interno que hierve y que invita a que me devore todo; todo lo que está mal, la injusticia y, la Impunidad de saber que se me va de las manos, que me sobrepasa por millares y que derrocando a uno solo, solo encontraré algo peor.
Por mucho que quiera a la Argentina no puedo pelear en una lucha que se dieron por vencidos; el problema de la democracia diría, es que es decisión de todos (o casi todos). Por no estar de acuerdo no puedo soportar sus consecuencias. Camino saltando charcos. Aguantando la furia que se convierte en una tristeza desgarradora, por saber, que todo esto surge del mismo lugar. Camino y encuentro un “Nunca más” que se desvanece por la lluvia, por los pisotones y por los olvidos. Por no recordar de dónde venimos, es que ahora, no sabemos a dónde vamos y que no podemos reconocer que esto es un completo y cíclico Dejá vu.

    ¿Cómo hago entonces, para decirle a mis viejos, que no encuentro laburo? Que no encuentro laburo porque no me animo a mandar un Curriculum (CV) a un Centro cultural, como el CCK (Centro Cultural Kirchner) o tantos otros, porque están pidiendo puestos que hace menos de dos meses fueron abandonados por otros profesionales. Cómo se hace para solicitar ese puesto en el que personas mayores o no que yo, con mayor o menor conocimiento, dejaron porque fueron expulsadas por ellos mismos, por una persecución ideológica. ¿Cómo hago para hacer caso omiso a esto? Al fin y al cabo son, de alguna manera, compañeros… que se encuentran a la par ¿Y cómo haría incluso para ir a trabajar en un puesto que antes fue ocupado por otros, un puesto en el que sé que me estarían vigilando? Donde se solicita en el anuncio buena presencia y sumisión ideológica. Porque “divide y vencerás” dicen… Y si pensamos nos desemplean, y si hacemos huelga tal vez nos persigan.
Pero nada produce más dolor que:

1.    Banderas de los Estados Unidos en la Casa Rosada un día tan sensible como el 24 de Marzo. Día de la Memoria, Verdad y justicia, a la chota, Macri, justamente con una Verdad inigualable pensó que sería bonito Recordar restablecer los lazos con nuestros enemigos un día como este.
2.    Teatro Argentino enjaulado y, adentro, una lucha silenciosa; Unas palabras que piden a grito ser leídas: Inestabilidad laboral.

     ¿Cómo hago entonces, les preguntaré a mis profesores, para usar el medio y predicar mejores tiempos? ¿Cómo harían, les pregunto, para no ser tan posmodernos?

Y llego a la puerta de mi casa, sin mejores noticias; y mi reflejo es solo lo que tengo. La lluvia corre. En lo único que no dudo es en la capucha. Yo. Y el viento. 

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