sábado, 25 de marzo de 2017

Crónica de un 24

Empezar una mañana diferente y similar a otras. Una luz clara se distribuye en las calles, las sombras se escogen y desaparecen. Miro una pared blanca que anula la vista a pocos metros, por momentos la confundo con una neblina, pero es el llanto de unas gomas quemadas al grito del amanecer. Abro la puerta y vuelvo a entrar, un pañuelo en la cara nunca puede faltar. Salgo con paso firme recordando que un año atrás se izaba la bandera equivocada, azul y roja, llevaba impresa unas estrellas que producían la única sombra y la última noche.

Fuegos artificiales iluminaban el día marcando el camino, con mochila al hombro me digné a comenzar, en ambas manos sostenía una bandera enrollada. A unas pocas cuadras la masividad acechaba. Allí fui uno más. La unidad se resuelve como el uno a uno. Con careta o sin careta los rostros de todos modos no se distinguen, no hace la diferencia quien es primero. Como embudo parecía que el matadero sería generoso, no había dudas que habría lugar para todos. Con ojos vendados tampoco nos hubiéramos resistido, porque siempre se camina hacia adelante.

Una tormenta se avecina, es la sonrisa masiva. La lluvia de lágrimas y suspiros perdidos. Es una contradicción de energías, un “seguiremos” y un “nunca más”. Repetiremos para no repetirlo. Es un silencio a gritos. Cambian los pasos para que las calles se muevan, para que la memoria recuerde, para que la verdad exija y para que la justicia exista.

Me despierto. Me golpean el hombro e izamos la bandera. Las ideas no se matan, recordaba a mi abuelo repetirme cada año. Incluso sabiendo lo que sucedería, sigo pensando en que camino con la corriente. Sesenta mil ojos cerrados son lo que te definen. Si no difumina el problema quitar o agregarle números, es lo que distingue la era.

Sonreírle a la memoria, tocar el tambor y bailar con alegría no significa, ni cercano, haberlo superado. A veces las lágrimas no alcanzan, y la felicidad es su superadora combativa. Y entonces aparecieron, me pregunto si suficiente, dando vueltas a la plaza, caminando de la mano y cubriéndose el pelo con un pañuelo; tal vez tampoco alcance. Será tal vez, nunca suficiente, pero sí re-evolucionario que el día que se vacíen las casas y se llenen las calles se pueda dar fin en un canto unísono que; siguen y seguirán ¡Presentes! ¡Ahora y siempre!


Yo sigo pensando: Hoy, el día más patriótico.