Empezar
una mañana diferente y similar a otras. Una luz clara se distribuye en las
calles, las sombras se escogen y desaparecen. Miro una pared blanca que anula
la vista a pocos metros, por momentos la confundo con una neblina, pero es el
llanto de unas gomas quemadas al grito del amanecer. Abro la puerta y vuelvo a
entrar, un pañuelo en la cara nunca puede faltar. Salgo con paso firme
recordando que un año atrás se izaba la bandera equivocada, azul y roja, llevaba
impresa unas estrellas que producían la única sombra y la última noche.
Fuegos
artificiales iluminaban el día marcando el camino, con mochila al hombro me
digné a comenzar, en ambas manos sostenía una bandera enrollada. A unas pocas
cuadras la masividad acechaba. Allí fui uno más. La unidad se resuelve como el
uno a uno. Con careta o sin careta los rostros de todos modos no se distinguen,
no hace la diferencia quien es primero. Como embudo parecía que el matadero sería
generoso, no había dudas que habría lugar para todos. Con ojos vendados tampoco
nos hubiéramos resistido, porque siempre se camina hacia adelante.
Una
tormenta se avecina, es la sonrisa masiva. La lluvia de lágrimas y suspiros
perdidos. Es una contradicción de energías, un “seguiremos” y un “nunca más”.
Repetiremos para no repetirlo. Es un silencio a gritos. Cambian los pasos para
que las calles se muevan, para que la memoria recuerde, para que la verdad
exija y para que la justicia exista.
Me
despierto. Me golpean el hombro e izamos la bandera. Las ideas no se matan,
recordaba a mi abuelo repetirme cada año. Incluso sabiendo lo que sucedería,
sigo pensando en que camino con la corriente. Sesenta mil ojos cerrados son lo
que te definen. Si no difumina el problema quitar o agregarle números, es lo
que distingue la era.
Sonreírle
a la memoria, tocar el tambor y bailar con alegría no significa, ni cercano,
haberlo superado. A veces las lágrimas no alcanzan, y la felicidad es su
superadora combativa. Y entonces aparecieron, me pregunto si suficiente, dando
vueltas a la plaza, caminando de la mano y cubriéndose el pelo con un pañuelo;
tal vez tampoco alcance. Será tal vez, nunca suficiente, pero sí
re-evolucionario que el día que se vacíen las casas y se llenen las calles se
pueda dar fin en un canto unísono que; siguen y seguirán ¡Presentes! ¡Ahora y
siempre!
Yo
sigo pensando: Hoy, el día más patriótico.